"La inteligencia artificial no sería más que un sueño sin la capacidad de transmitir datos. Cada algoritmo, cada decisión, cada avance depende de esa conexión invisible que une máquinas y mentes a través de un flujo constante de información."
En los años 40, en plena Segunda Guerra Mundial, una semilla tecnológica empezó a germinar. Las fuerzas aliadas, enfrentadas al reto de coordinar operaciones a escala global, utilizaron sistemas de comunicación avanzados para conectar unidades distantes. Fue entonces cuando George Stibitz, un matemático visionario, realizó un experimento revelador: conectó un ordenador remoto usando teletipos y líneas telefónicas. Ese momento, aunque modesto, marcó el inicio de una revolución. Por primera vez, los datos fluían entre puntos lejanos sin necesidad de soportes físicos. Era un anticipo de las redes de datos que cambiarían el mundo.
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